LA MUJER REVIVIÓ








La mujer había olvidado que lo era. Había olvidado tantas y tantas cosas! Mirarse al espejo, inclusive. Estaba totalmente desaliñada, abandonada por ella misma. Si bien sólo tenía un pariente joven que muy poco veía, pues se encontraba viviendo su propia vida, estaba sola. Pero sola en el sentido más amplio de la palabra: no se tenía ni a ella misma.

La expresión de su rostro era patética, marcada por crueles surcos amargos. Se echaba para atrás el cabello, que se veía de varios colores.  Más claro adelante, muchísimas canas; un poco más colorido por detrás. Quién sabe cuánto tiempo pasó sin que el tinte al que se acude con singular alegría en casos "normales", llegara a tocar ese cabello. Sí, ella era una mujer ya mayor. 


Era delgada, como si ese cuerpo también hablara de lo poco que todo le importaba, que solamente comía por necesidad. 


Pero tenía un interés, quizá el único: encontrar su bolso. 

Este bolso representaba para ella algo vital, y lo extravió sin tener idea de dónde podía haberlo dejado. Ni cómo fue, tampoco eso sabía. La cuestión es que para hallarlo, hizo toda una expedición.


Ella es


                 CARLOTA


Sale a la carretera rumbo a ningún lugar, o a cualquier lugar. Agotada de tanto caminar y con los pies lastimados encuentra en su camino a un hombre que le ofrece subir a su camioneta. Ella, con monosílabos responde las cosas más indispensables. Todo era un

-"Sí"

-"No"

-"No sé"...


Sin embargo, accede a viajar con este hombre. Él es

                  

                  LIZALDO


Un trotamundos, con su camioneta que parecía casi una "vivienda", iba de lugar en lugar. No soportaba estar en un solo sitio, así como ella, Carlota, no gustaba de ir a muchas partes, lo hace solamente por ese misterioso bolso.


Lizaldo era también un hombre que no prestaba mucha atención a su apariencia. Llevaba el pelo largo, y su corpulencia basada en grasa, denotaba un desenfado hacia todas esas cuestiones, a más de su pelo largo y revuelto.


Intenta conversar con Carlota, ella apenas responde. Y si él no hubiese estado conduciendo y pudiese haber mirado el rostro de Carlota, quizá no le hubiese preguntado nada. O quizá sí, él quería inspirarle confianza y la trataba con cortesía. Sencillamente, buscaba sus ojos cuando descuidaba ligeramente el volante. Ella, lo sentía y estaba un poco cohibida.


-"Platicamos?"

dice Lizaldo.


-"No soy de platicar", responde ella.


-"Solamente quiero hacer el viaje un poco más placentero".


Ella nada respondió.



TRANSCURRÍA EL CAMINO


Tierra, carretera sin asfaltar. Muchísimo sol, algunos árboles querían hablar diciendo "Hey, aquí estamos nosotros para darles oxígeno y llenar sus ojos de nuestro verdor". Pero ellos parecían ser indiferentes a que ese camino, a pesar de todo, era lindo.


LA EXPRESIÓN DE CARLOTA


Sí, después de que ella aceptaste las zapatillas que le regalase ese hombre, su rostro se comienza a suavizar. En realidad él le inspiraba confianza: era educado, la trataba con propiedad. 


Y así, poco a poco y haciendo diferentes paradas en ese rumbo hacia quién sabe dónde, en una de ellas comen, y después ¡Bailan! En este baile se siente cierta sensualidad, la cercanía de los cuerpos sugiere que se encontraban bien así, así de cerquita, así de cálidos.  Así estaban hasta este momento estos dos individuos ya entrados en años. 


LIZALDO LA MIRA CON CALIDEZ


Sí, hacen varias paradas. En todas ellas, Carlota buscaba con verdadero afan su bolso. Era como una obsesión.


Carlota acepta las zapatillas, una galantería de Lizaldo.  y las prueba caminando un poco, a petición de él. ¿Cuántas horas habían pasado ya juntos?  Pues era como una eternidad. Ese hombre gordo, despeinado pero afable, ya parecía  ser parte de SU momento.


Tan agradable comenzaba a ser la convivencia, que pequeñas muecas lo más parecidas a "sonrisas" comenzaban a aparecer, denotando algunas arrugillas en esos labios, tan descuidados, como todo su ser.


LO INESPERADO


Ella entra al baño del último sitio donde pararon  a refrescarse un poco. Estira sus brazos, acomoda su cabello, lo suelta inclusive. Echa abundante agua sobre su cuello y mejillas, y de pronto sus ojos casi salen de su órbita al verlo a él... Entrar! Sí, fue a su encuentro en el baño de mujeres. La mira. Se acerca a ella. Ella no sale de su sorpresa. Él se acerca otro poquito, y otro y otro más. Besa su cuello! Después, sus labios. Ella accede, en ese rostro antes inexpresivo se pueden notar ahora todas las emociones que provocan esas caricias. 


En ese momento, Carlota olvidó todo. Olvidó su edad, su cansancio, su apatía. Mostraba una excitación igual a la que pudo haber tenido en su juventud, quizás aún más. Él comienza a desabrochar los botones de su blusa, ella instintivamente quiere detenerlo, mas no tardó en acceder. 


¿Alguien pudo imaginar que en esas dos personas mayores iba a darse una escena de pasión? 


Terminaron en una cama lo que comenzaron en ese baño de mujeres. Él duerme profundamente, Carlota se encuentra sentada en ropa interior al lado de ese hombre fatigado. Ella sonríe, comienza a vestirse. Sin prisa, sin más.


REGRESA SOBRE SUS PASOS


Finalmente, esta mujer que el día anterior parecía muerta en vida, era otra. ¡En verdad era otra! Su cara adquiere color, sus mejillas están calientes, como si ríos de sangre la bañaran por dentro. En su mirada había luz. El cabello lo acomodó, toda ella era luz y color.


Decide salir de la habitación, él no se percató. Se olvidó de ese bolso que tanto buscó, tomó su maletín y comenzó a caminar por la carretera, pero hacia atrás. Sí, volvía. 


Sus pasos eran firmes, ágiles. Ella estaba toda erguida, la cara bien en alto, la sonrisa no la podía desdibujar, tampoco quería. Si se detuvo unos minutos fue sólo para contemplar una Virgen que había en el camino y el verdor de esos árboles a los que antes ignoró.


Esta mujer se sintió mujer. Esta mujer  vibró, se estremeció, se sintió deseada. Fue una mujer sin edad. Fue, simplemente, alguien que acababa de nacer. 





No te olvides de ti!


Los tiempos de Dios son perfectos


La vida es una sola





Comentarios

  1. Y así es el sentirse querida, amada y deseada. Los cambios surgen en cualquier momento, lugar y hora. La vida solo es una y todos los momentos tienen que ser especiales y aprovecharlos bien. Un abrazo Maty.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Eso es Mar, sólo tenemos este preciso instante. Hacerlo totalmente nuestro es vivir! Gracias amiga, un abrazo fuerte.

      Borrar
  2. Me has tenido pendiente del desenlance desde el primer momento. Me encanta que esos dos hayan tenido su momento de pasión, me hubiera gustado que ella se quedara un poco más. ¡Me encantó Maty! Hay que vivir y vivir es SENTIR. Saludos.

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Ayyy Tigrilla, viniendo de ti, que en todos tus relatos me pongo así, es un verdadero halago. Gracias, de verdad gracias. Saludos! 🌞

      Borrar
  3. Bonita historia, Maty! Lo importante de saberse querido, que existes para alguien. Me gustaría saber cómo continúa la historia...Un fuerte abrazo!

    ResponderBorrar
    Respuestas
    1. Gracias Mayte! Sí, todos necesitamos de amor, absolutamente todos. ¿Qué pasaría después con ellos dos, cuando ella parecía haberse dado la vuelta? Vamos a ver! Un abrazo fuerte y un beso para ti 😊🤗

      Borrar
  4. Lizaldo se arriesgo muchísimo. Podría haber acabado en la cárcel, señalado como un pervertido y un potencial violador. Suerte que Carlota es de esas mujeres que apenas quedan.

    ResponderBorrar
  5. Linda bien linda historia, ese permitirse ser sin importar la edad, lo vivido, sentirse viva. Gracias por estas vivencias, por marcar esa importancia de sentirse mujer, un abrazo grande

    ResponderBorrar

Publicar un comentario

Tus comentarios son muy valiosos, te agradezco mucho que estés aquí y me pongas unas líneas. Gracias siempre!

Entradas más populares de este blog

LUCES Y MÁS LUCES

Me presento, mucho gusto!

EL NOTICIERO DE AYER