NO PUDO SER

Nos miramos, cara a cara, los ojos fijos, sonreímos. Algo estaba sucediendo ya. Era solamente la víspera de lo que jamás imaginamos. 

Comenzamos a caminar 

Entrelazamos las manos

¿No pudo ser?

Rodamos los sentires, los tuyos, los míos, se entrelazaron y corrieron por parajes insospechados. Los alientos se volvieron uno.

Seguimos corriendo, hasta perdernos en nuestras lejanías. 

Seguíamos sonriendo.

Risas, llantos, suspiros y pasión, ternura y ansiedad. Profundidad, hondura. Un pozo de sales de aromas muy difíciles de describir: los nuestros.

¿No pudo ser? 

Tardes en las que el sol asomaba travieso a través de una cortina iluminando alguna parte de eso que teníamos allí, de eso que éramos allí, que vivíamos allí, dándole las "buenas tardes" a esa atmósfera tan única, tan irrepetible, tan tuya y tan mía. Nuestras manos seguían entrelazadas. 

¿No pudo ser?

Y se prolongó, y se prolongó con todos los matices y nos internamos en un mundo diferente a todo lo demás. Profundidad. 

Y sí, el pasar de las lluvias provocó una visión borrosa, una neblina que no pudo contra todos esos instantes, esos se quedaron impregnados en el siempre jamás de la vida. Historia para ser leída y vuelta a leer. Mi novela favorita. 

Si eso es que "no pudo ser", que así se quede. 

Eres mía como una cosa sabida, como algo que no se puede ignorar más. Y de este modo no tiene importancia la lejanía; sé que estás lejos, pero me perteneces; sé que estás distante, pero eres mía. Y, si bien es cierto que tu beso no reposa en los labios de la tarde, tu mirada flota en los ojos de mi corazón y tu recuerdo brota en el surtidor de la esperanza.

De Jaime Sabines, Los Amorosos, Cartas a Chepita.