UN DÍA MUY TRISTE, MUY TRISTE
El día 20 de Julio, cumpleaños de mi abuela Margarita (tendría más de 100 años ahora) es el día que Rafita, mi gatito, se me fue.
Se me fue y solamente debo estar agradecida porque fue longevo, ¡22 años!
Debo celebrar su vida y no su muerte. Es la moda pensar así: positivo. Sí, hasta estos pensamientos llegan a ser una moda. Y sí celebro su vida, por supuesto. ¿Cómo no, si pasó conmigo mis últimos 22 años? Ha visto irse a muchos, humanos y mascotas. Mi papá, mi mamá, mi tía, mi... Mi... Uhhhh!
Rafita es una lección de vida. Los animalitos lo son, sin duda. Mejores que muchos seres humanos, ni modo: es así. Grandes maestros de ¡tantas cosas que como humanos debiéramos tener y son ellos quienes nos las enseñan!
En el momento de los balances, algo que agradezco infinitamente a Dios y a la vida, es haber convivido con mis animalitos. A todos los llevo conmigo, de todos he aprendido mucho.
Pero en este caso Rafita, que recién partió y me tiene extrañándolo, fue tan buen gatito! ¿Puede existir la bondad en los animales? ¡Por supuesto que sí! Rafita estuvo acompañando a dos de sus hermanos gatitos cuando enfermaron, no se separó de su lado hasta que partieron. ¿Quién le dijo, de dónde sacó esa verdad de que estaban próximos a partir? ¿Qué tienen estos animales que parecen pensar, pero que actúan sin duda alguna de una manera que muchos humanos envidiarían?
Llegó a mí tan pequeñito, que me cabía en la mano. ¡Me acompañó en tantas cosas, en tantos momentos de mi vida! Bueno, hasta en mi boda. Travieso de pequeño, bueno y generoso, maestro. Qué no se puede decir de un ser que no puede fingir ni engañar, que expresa con la mirada lo blanca y nítida que es su alma. Que le puedo confiar todos mis secretos. Los sabía todos.
Le encantaba dormir encima del lado izquierdo de mi pecho ronroneando y marcando su territorio con sus lindas patitas. Sentía sus suspiros. Y así cuando fue creciendo, y de la misma forma cuando ya fue grande: siempre hacía lo mismo. Aún en los últimos tiempos, llegó a hacerlo recordándome que cuando era pequeñito, me adoptó como mamá. Sí, es sabido que los gatitos ven en su dueño a la figura materna.
Un año, otro, otro, otro más hasta sumar 22. No pude tener mejor suerte, es por eso que el vacío que me deja es enorme.
Rafita envejeció, como lo marca la ley de la vida. Se cansó, como nos pasa a todos los seres vivos. Su cuerpo se fue rindiendo poco a poco, fue perdiendo musculatura y agudeza en sus movimientos. Poco a poco, poco a poco se iba apagando como una lamparita. Quedó tan flaquito, tanto, que tocar sus huesitos me daba una gran tristeza.
Sabía que el momento se acercaba. ¡Estaba "preparada"! Sí, muy preparada... Me río ahora de eso. El estarlo no evita que a pesar de tener a mis otras mascotas, el vacío que Rafa ha dejado sea enorme, ni el dolor de no verlo más.
Recuerdo cuando en mi departamento pícaramente y sin temor alguno salía por el borde de la ventana y yo, al darme cuenta, temblaba de miedo pensando que pudiera caer al vacío, salía por la puerta de la casa y sin alarmarlo, me ponía del otro extremo para hacerle ver que lo estaba esperando. Y al fin, en mis brazos otra vez. Tratando de asegurar bien la ventana para que no lo repitiera.
Atrás ha quedado ese tiempo. Rafita ya tenía que descansar, ya estaba muy cansado. Aún cuando no perdía el entusiasmo, el cuerpo pedía un respiro. Aún cuando disfrutaba el sol de nuestro balcón, su carita expresaba cada vez más y más cansancio.
Te tocó irte, Rafita. Pero te quedas en mi corazón por siempre, amorosamente, ronroneando y respirando hondo como solías hacer. Gracias por tu vida, pequeñito mío. Gracias por las interminables horas de juegos, así como de sueño y de demostrar generosidad cuando sabías que los otros gatitos iban a partir. Gracias por ser tú, tan tú. Por enseñarme tanto y tanto, entre tus virtudes y tu manera de vivir no sabría enumerar, no podría. Todo en ti era lindo, hasta esos arañazos involuntarios que me dejabas cuando jugabas. Tengo aquí el último, que ya fue producto de la molestia que te ocasioné al querer limpiar tu carita.
Nos veremos alguna vez. Gracias por enseñarme el valor del amor incondicional, gracias por compartir conmigo tu vida entera, todita ella, toda conmigo.
Feliz viaje mi Rafita del alma, te quedas en mi corazón. Llenaré el espacio que dejas con los últimos latidos de tu corazón, que van a resonar en mí por siempre como las últimas doce campanadas del año.
Te amo Rafita, y siempre será así.
Hola, Maty, lo siento mucho, se nota que era para ti un ser muy especial. Has hecho bien en escribir para desahogarte. Mucho ánimo.
ResponderBorrarUn fuerte abrazo..🤗😘
Muchas gracias Merche. Sí, duelen las partidas. Un abrazo 😘
BorrarLindo Gatito, siempre te recordaré Rafita, nos volveremos a encontrar allá en la eternidad.Lindo Gatito.
ResponderBorrarGracias Julito por el papá que fuiste para él, por todo lo que me ayudaste a cuidarlo, así como me has ayudado en absolutamente todo. Gracias rey🌹
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BorrarAy, Maty no sabes cuánto te entiendo. Cuando mi gatito nos dejó fue terrible, lloramos mucho porque dan mucho cariño y compañía y era un miembro mas de la familia. Cuando nos reunimos solemos recordarle y reírnos de sus travesuras a la vez que nos emocionamos con su recuerdo.
ResponderBorrarEs el mejor legado que nos dejan. Un abrazo y muchos ánimo.
Muchas gracias Nuria. Sí que duele, me parece verlo por la casa. Gracias por la empatía. Un abrazo🌹
BorrarLo siento mucho, Maty. Es muy dolorosa la perdida de un ser querido. Tu gatito siempre estará en tu corazón y en tu recuerdo. Le haces un bonito homenaje con lo que le has escrito. Mucho ánimo y te envío un fuerte abrazo.
ResponderBorrar¡Qué linda Mayte! Muchas gracias por tus palabras, por la empatía. Un abrazo 😘
BorrarTe acompaño en el sentimiento. Nosotros teníamos un hurón que se murió hace poco. Para mis hijas fue una gran pérdida. Un abrazo.
ResponderBorrarMuchas gracias Federico. Sí, son parte de la familia. Abrazo grande
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