TU CUERPO, TU TEMPLO

 Cuerpo en el que habito, compañero de todas mis horas, de mis desvelos, mis quebrantos y mis alegrías y absolutamente todos mis momentos, hoy quiero hablarte. Quizá tú intentes comunicarte conmigo y no he sido capaz de percibirte.

Me das todas las pruebas de permanencia de que eres capaz. Así como estás, así como eres, te amo y te agradezco. Hemos caminado juntos muchos años ya y sigues a mi lado. Me harás compañía hasta el último día. Después, vendrá una separación irremediable, te dejaré aquí y mi espíritu trascenderá. Pero sé, bien sé, que entre tanto estés aquí conmigo te debo agradecimiento y cuidados. 

 Te debo fidelidad, lealtad. Te debo amor y debo de amarte. Cuidarte si te resquebrajas, y hacerlo también si estás en plenitud. 

Te prestas a mí y a veces mi voluntad no repara en ti lo suficiente. Te doy por "hecho".

Es verdad que con el paso de los años cambias, junto con mi espíritu. Pero sigues aquí, me transportas y consientes mis afanes. Te prestas a mis ansias.

¿Sabes, cuerpo? Cuesta trabajo saber que tu vida se separa de mis emociones, porque la vida que tú tienes es la maquinaria más perfecta que Dios pudo crear. Toleras lo impensable y te prestas dispuesto a las batallas.

Tienes memoria, eres todo un poema, o... ¿Serás una metáfora? 

Te quiero hablar rincón por rincón,  dirigirme a cada célula. Y quiero darte las gracias por tanto, y por lo que aún falta. Te cuidaré cada día más en señal de ese agradecimiento que te menciono. Te daré las gracias por sacarme de apuros y por resistir las batallas. La última fue especial, aunque todas lo son. En la última he podido darme cuenta de que eres fuerte y frágil a la vez. 

No eres solamente un trozo de carne que, sin vestiduras, se revuelca en amores. Eres un gran amigo y compañero. Eres verdad, eres vida. 

GRACIAS, CUERPO.